Amalia y su primeras semanas en Marche-en-Famenne.

Publié le par Mojo de Caña

Lo que veo cuando me despierto!!!!
Lo que veo cuando me despierto!!!!

Qué decir de estas primeras semanas en Bélgica... Tan lejos parece el dia que llegué, y hace solo unos veinte días. Me subo a un avión cargado de extraños cuya lengua apenas conozco. Sonrío cuando el resto de pasajeros ríe al escuchar al piloto decir que en Charleroi hay unos seis grados (igualito que en Gran Canaria, ¿no?). Me imagino un día gris, frío, lluvioso, totalmente desapacible. Y me encuentro con un cielo despejado, con un aire frío, pero seco, no como el húmedo aire de las islas. Sí, ese que te llega hasta las entrañas y del que apenas puedes escapar. Y ahí estoy yo, una canaria delgadita cargada de ilusión, miedo, ganas... y ¡cargada con una pesada maleta roja! Sabía que en más de una ocasión tendría que decir aquello de "pouvez-vous m´aider, s´il vous plaît?" Y gracias a la presencia de diversas escaleras, escalones y demás obstáculos, pude poner en práctica desde el primer momento mi escaso francés. Antes de partir ya sabía que la cuestion del idioma iba a ser una gran barrera, pero hasta que mis labios no pronunciaron las primeras sílabas, no me di cuenta de lo poco que sabía. Afortunadamente he tenido la suerte de encontrarme de lleno con la amabilidad belga; algo que he corroborado luego con el paso de los dias en algo tan cotidiano como los pasos de peatones. Raro es el conductor que no ha ralentizado la marcha al verme esperar en un paso de zebra. No es por criticar a los españoles, pero este no es nuestro fuerte. Otra curiosidad, el acceso a internet. Me fascina que en lugares como un banco o un gran supermercado se ofrezca wifi gratis. ¿Es que no podemos importar a nuestro país estas u otras ideas, como el exhaustivo sistema de reciclaje? No me ofuscaré con estos temas, que ya tendré tiempo, un año para ser exactos, de profundizar en estos y otros aspectos.
El trayecto hasta Marche-en-Famenne fue muy pesado y fatigoso: una guagua y dos trenes después, finalizo mi viaje sola en la estación de Marloie, donde me esperan Serena, de la organización coordinadora Compagnons Bâtisseurs, y otros tres voluntarios que un mes antes habían comenzado su proyecto aquí. Solo tengo palabras de agradecimiento para todos ellos: Serena, siempre pendiente de todo, a pesar de su duro trabajo. Mis queridos italianos, Giorgio, el pensador; Valerio, el hombre google-maps. Los dos adorables, atentos y cocinillas, o como los llamo yo, los master chefs. Por último, el catalán del grupo, David, un fotógrafo que rebosa talento, entusiasmo y pasión en todo lo que hace. No me puedo olvidar de Mirko, otro voluntario italiano al que conocí después y que también se ha ganado un huequecito con su arrolladora personalidad y sus mil y una historias; y la exvoluntaria, Marta, que realizaba hasta hace nada mi proyecto y que se ha convertido en una gran ayuda para no perderme en estos primeros instantes de esta inmensa experiencia vital.
Mi proyecto tiene lugar en la Maison de Jeunes de la ciudad; algo así como la casa de la juventud que conocemos en España. Todos los días se realizan diferentes actividades, acuden a colegios de la zona u organizan conciertos o participan en eventos. Hace poco que realmente comencé a trabajar de lleno en el centro, y su diverso abanico de posibilidades me sigue abrumando. Espero poder conseguir hacerme un hueco entre la multitud de opciones que ofrece, sobre todo en el área de manualidades, y seguir aprendiendo todos los días algo nuevo, como ya llevo haciendo desde el primer momento en el que pisé la MJ. Especial mención para todos los compañeros de trabajo, que me ayudan siempre y me repiten todo tantas veces como pido. ¡Mil gracias por la paciencia!
Mientras escribo estas líneas, oigo las gotas de la típica lluvia belga, nada de grandes aguaceros como yo imaginaba. De fondo, también se escuchan los ir y venir de mis compañeros de casa, más los acordes de algún instrumento. He ido a caer a un lugar donde la música siempre está presente ya que acuden a una escuela internacional de luthería, así que raro es el día en el que no escucho alguna melodía.
Me despido sin olvidarme de animar a realizar un voluntariado europeo a todos los jóvenes, sobre todo a los canarios, porque debemos aprovechar todas las oportunidades que nos brinda eso que parece tan abstracto y que no lo es, llamado Unión Europea. No tengamos miedo a descubrir. Vivir es aprendizaje, y aprender es siempre un desafío. Porque este proyecto se basa en comprender lo que somos, comprender cómo son los demás y aprender a convivir todos respetando nuestras diferencias y aportando nuestra visión del mundo.

¡Hasta la próxima!

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